miércoles, 6 de junio de 2007

Redacción

Razonamiento verbal.
Lic. Virvalle Zea Segnini.

Estimados alumnos, a continuación se presentan los textos trabajados en clase el día 04-06-07, para realizar la actividad Nº 2 del portafolio, la cual deberán hacer de manera individual y entregar el lunes 11-06-07.

Actividad a realizar:

1. Identificar el tipo de texto.
2. Identificar la idea central.
3. Organizar 2 0 3 ideas secundarias.
4. Redactar dos párrafos partiendo de la idea principal extraída.
5. El trabajo debe ser entregado a mano en 1 o 2 cuartillas.

TEXTO 1
Una madre relata a sus amigos el caso de su hija de doce años, que, con ocasión de encontrarse junto a un río con otros pequeños, y habiendo caído uno de éstos al agua, se lanzó valerosamente a la corriente y salvó su vida. La madre, orgullo­sa, terminó su relato con esta frase admirativa: "Desde luego, mi hija se ha portado como un..."

Llegada aquí, la madre titubea y termina diciendo: "se ha portado fantástica­mente".

¿Qué ha pasado en este hablante? El lector lo habrá imaginado. (¿Por qué el lector y no la lectora?) Su primer impulso fue decir "como un hombre" o "como un verdadero hombre", pero enseguida comprendió que la expresión no cuadraba. Intentó sustituir "hombre" por "mujer", pero el resultado no era el que ella quería. Al final, tuvo que recurrir a otra frase.

Una persona ofendida escribe al director de una revista: "Espero de su caballerosidad que usted publicará esta carta..." . Pero el director de la revista resulta ser una mujer, cosa que ignora quien escribe. ¿Qué pensar de la palabra "caballerosi­dad" empleada en este contexto?

Con estos ejemplos triviales se pone de manifiesto el hecho de cómo muchas palabras que expresan cualidades, actitudes, etc, tradicionalmente tenidas por "viriles", han quedado acuñadas tan masculinamente que cuando queremos aplicarlas a una mujer (o mejor todavía, a persona de sexo no conocido) el resultado es un titubeo. Es el caso de voces como hidalguía, caballerosidad, hombría de bien, etc. Su existencia es expresiva de la identificación subconsciente de varón con persona, típica de toda sociedad patriarcal.


Álvaro García Messeguer, Lenguaje y discriminación sexual.

TEXTO 2
Los mimos siempre han sabido que los movimientos corporales de un hombre son tan personales como su firma. Los novelistas también saben que, con frecuen­cia, reflejan su carácter.

Las investigaciones acerca de la comunicación humana a menudo han descuidado al individuo en sí. No obstante, es obvio que cualquiera de nosotros puede hacer un análisis aproximado del carácter de un individuo basándose en su modo de moverse —rígido, desenvuelto, vigoroso—, y la manera en que lo haga representa un rasgo bastante estable de su personalidad.

Tomemos por ejemplo la simple acción de caminar: levantar en forma alterna los pies, llevarlos hacia adelante y colocarlos sobre el piso. Este solo hecho nos puede indicar muchas cosas. El hombre que habitualmente taconee con fuerza al caminar nos dará la impresión de ser un individuo decidido. Si camina ligero, podrá parecer impaciente o agresivo, aunque si con el mismo impulso lo hace más lentamente, de manera más homogénea, nos hará pensar que se trata de una persona paciente y perseverante. Otra lo hará con muy poco impulso —como si cruzando un trozo de césped tratara de no arruinar la hierba— y nos dará una idea de falta de seguridad. Como el movimiento de la pierna comienza a la altura de la cadera, hay otras variaciones. El hecho de levantar las caderas exageradamente da impresión de confianza en sí mismo; si al mismo tiempo se produce una leve rotación, estamos ante alguien garboso y desenfadado. Si a esto se le agrega un poco de ritmo, más énfasis y una figura en forma de guitarra, tendremos la forma de caminar que, en una mujer, hará volverse a los hombres por la calle.

Esto representa el "cómo" del movimiento corporal, en contraste con el "qué": no el acto de caminar sino la forma de hacerlo.

Flora Davis, La comunicación no verbal.

TEXTO 3

La Revolución Industrial ha sido considerada el hecho más importante en la historia de la humanidad desde el Neolítico. Consistió en una serie de cambios que afectaron no sólo a la industria sino al conjunto de la actividad y la organización económica y social. A partir de ella aumentó la producción de todo tipo de bienes y cambió la forma de producirlos.

La familia y el taller que eran antes las unidades básicas de producción de bienes, fueron sustituidos por la fábrica, caracterizada por la concentración de obreros y el mayor volumen de producción debido a la utilización de máquinas.

Los historiadores no se ponen de acuerdo en una cuestión que es objeto de polémica desde fin es del siglo pasado: cómo influyó la Revolución Industrial a corto plazo en los niveles de vida de la clase trabajadora.

Hay una opinión pesimista, según la cual la Revolución Industrial fue una verdadera catástrofe social, que destruyó formas de vida tradicionales e impuso a grandes masas de población el traslado a las ciudades y unas condiciones de trabajo mucho peores que las que existían antes.

Los optimistas, por el contrario, opinan que la Revolución Industrial fue beneficiosa, no sólo a largo plazo, sino también para las personas que protagonizaron sus inicios. Afirman que no se deben idealizar las condiciones de vida en las comunidades rurales tradicionales y que, a pesar de la dureza de la sociedad industrial, ésta brindó trabajo y medios de promoción profesional a todo el mundo, deforma que aumentaron los salarios y los niveles de consumo de los trabajadores.

La polémica sigue hoy viva porque en ella se mezclan no sólo datos cuantitativos sobre niveles de salarios y de consumo, sino también puntos de vista y valoraciones diferentes sobre la forma de vida y trabajo en la sociedad industrial y capitalista.


La polémica sobre los niveles de vida en la Revolución Industria J. A. García de Cortázar y otros.

TEXTO 4

La discriminación laboral que se inflige a las mujeres españolas se traduce aún en una tasa de paro que es más del doble de la correspondiente a los hombres, pero ésta no es la única desventaja que padecen, pues otros agravios, como el despido o la marginación por embarazo, agravan la desigualdad efectiva entre ambos sexos en el mercado laboral. Esta situación, sin embargo, ofrece algunos síntomas de mejoría cuando se toma como modelo de referencia una ciudad moderna y desarrollada como Barcelona, donde un reciente informe del Ayuntamiento revela no sólo una inflexión ligada al cambio generacional, sino también un notable progreso de las mujeres, que prácticamente las iguala a los hombres, si bien este cambio está relacionado con el grado de formación y también con la edad. Según dicho informe, la tasa de actividad de las jóvenes tituladas se equipara al de los hombres de su misma generación.

En este marco, sólo aparentemente contradictorio, y en puertas del día internacional de la Mujer Trabajadora, se pone de manifiesto que la igualdad social de ambos sexos es también una realidad laboral cuando no se interfieren ni los criterios derivados de un productivismo a ultranza (el temor a que una embarazada pueda causar baja) ni los tópicos y abusos derivados de una concepción machista y discriminatoria de las relaciones laborales. Con demasiada frecuencia la mujer debe aceptar puestos de trabajo en condiciones desfavorables respecto a sus colegas masculinos y cuando llega la penalización del despido o la marginación de poco le vale denunciar. Ellas padecen las consecuencias, pero mientras esto sucede, la sociedad está perdiendo su valiosa aportación.

La Vanguardia 07/03/2001

TEXTO 5
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.

Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.

Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.

Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.

-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.

Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.

Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.


El eclipse de Augusto Monterroso

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